IMPRESIONES SOBRE URUGUAY

Por David James, Desarrollador, Sugar Loaf Ocean Club & Spa.

Lo primero que mi mente grabó sobre Uruguay fue que todo funciona. ¿Cómo podría ser esto América Latina? ¿Dónde estaba la pobreza en las calles? ¿Las rutas eran perfectas? ¿El tránsito era ordenado? Había leyes, ¿y la gente realmente las cumplía? ¿No se podía chantajear a la policía?

Me di cuenta de que no era la América Latina que yo conocía. Había teatros por todos lados, arte, librerías en cada esquina, cafés, cultura. La pronunciación del español y los apellidos, Lorenzo, Musso, y Galione, sonaban italianos. Parecía tan europeo.

Pero eso fue hasta que conocí al vecino y me recibió con una gran sonrisa y un beso en la mejilla. Me sorprendió su simpatía (en la mayoría de los países latinos, los hombres sólo dan besos a las mujeres), pero entonces empecé a sentir el calor familiar del corazón latino y recordé que estaba en América Latina.

Mientras estaba sentado en un café mirando a la gente pasar, me di cuenta de que las cosas eran diferentes a otros países en las mismas latitudes, pero no tan diferentes. La vida también se movía a un ritmo más lento. Me di cuenta de que una de cada cinco personas que pasaban tomaba de una calabaza elaborada cubierta de cuero con una pajilla de peltre y un termo bajo el brazo. En qué lugar fuera de América Latina alguna persona se tomaría el trabajo de llevar consigo tantos elementos solamente para disfrutar de su bebida favorita (el mate, un estimulante herbal caliente que muchos uruguayos aman).

Pensé, es Uruguay, un contraste entre lo moderno y lo tradicional, lo sofisticado y lo común.

Mientras el avión aterrizaba, noté que los pasajeros sonreían y paseaban por los pasillos hablando unos con otros como si fueran buenos amigos, pero no lo eran. Se me ocurrió entonces que los uruguayos son una gran y cálida familia unida por una historia y una cultura común. Con sólo 3 millones de habitantes, su sentido de pertenencia es mucho más fuerte que en la mayoría de los países.

Uruguay todavía era un país de gauchos. El sofisticado urbanito se sentía igualmente cómodo galopando en un caballo por la pradera, y ciertamente no había visto en ningún otro lugar a una hermosa dama vestida con ropa deportiva comerse un asado de dos libras (un kilo) con la habilidad de un carnicero de Texas. Caminando por el parque un sábado, vi algunas personas mayores bailando tango con la pasión de unos jóvenes enamorados.
La seguridad del aeropuerto no era muy estricta. No había tensión en el aire. La gente no pensaba en terroristas. Este era posiblemente el último verdadero refugio del mundo donde los seres humanos vivían en armonía y donde abundaba el amor fraterno. Pensé, a otras personas también les gustará, ¿por qué no iniciar un desarrollo llamado Sugar Loaf?